El cine de Diego Lerman suele explorar cuestionamientos de la clase media y de personajes que son puestos en situaciones que lo obligan a revisar su pasado. En esta oportunidad, el director vuelve a dejar su marca en una cinta que tiene los condimentos de un drama social clásico, mezclado con mafia y educación.
La película nos presenta a Lucio, un profesor de literatura que regresa a su barrio en las afueras de Buenos Aires para tomar el lugar de suplente en un colegio. Al principio el choque es fuerte, no solo en cómo los alumnos lo tratan o se sienten desinteresados por la materia, sino porque empieza a revivir algunas cosas de su vida que parecía haber dejado atrás. Con rapidez, ese golpe inicial va a ir ablandando al hombre y se va a ir comprometiendo con la causa, especialmente con la vida de uno de los alumnos, quien se encuentra en medio de una disputa con la mafia local.
La película tiene un desarrollo pausado y se centra, principalmente, en el personaje que interpreta Juan Minujín. Lucio está casi toda la película en pantalla y el actor logra entenderlo y hacer ese cambio personal creíble y entendible. Él es un hombre que decidió dejar atrás su pasado para irse del barrio y triunfar con otro estatus social, pero la vida lo devuelve a su lugar de origen. Esta dualidad, esta pelea interna de Lucio, está muy bien encarada por Minujín.
El film tiene un guión que puede relacionarse con muchas películas similares en la que la educación es el motor para demostrar cómo cierta parte de la sociedad está viviendo en la actualidad. Si han visto «Entre los muros», la cinta sobre una escuela en los suburbios de París, van a sentir que lo que aquí se presenta tiene un aire muy similar, con otra impronta, pero la base es la misma: mostrar lo difícil que se puede tornar el aula de una escuela. El libreto entra en ciertas cuestiones trilladas y sobreimpuestas que hacen bastante previsible su desarrollo, pero en general, en los momentos en los que el film logra apartarse de algunos diálogos impuestos, triunfa.
Cuando la película profundiza las actitudes del profesor protagonista, su duelo interno y su cambio, el director le saca jugo a su premisa. Cuando entra en estereotipos sobre la mafia, la droga y sobre el hombre que es el gran salvador de todo, la propuesta se vuelve una más del montón. Así como el propio protagonista tiene esta lucha interna con su pasado, la película sufre de esta pelea entre lo auténtico y lo impuesto, lo que se siente real, emotivo y chocante, con lo que está de relleno y es de manual.
«El Suplente» es, pese a este problema, un buen ejercicio social. Abre muchas puertas y funciona como una radiografía enorme sobre parte de la sociedad argentina. Bien actuada y con un tema musical final de Shitsem que la rompe toda.
Está en Netflix.